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¡No hay nadie semejante a ti, oh SEÑOR! Tú eres grande; grande es tu nombre en poder. ¡Quién no te temerá, oh Rey de las naciones! Porque a ti se te debe temer. Entre todos los sabios de las naciones y en todos sus reinos, no hay nadie semejante a ti. Son torpes e insensatos a la vez. El mismo ídolo de madera es una lección de vanidades:

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